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Carne podrida y democracia

La primera vez que vi en Madrid a un anciana rebuscar entre la basura de un supermercado, me quedé paralizada. Ahora es algo muy común. 

Este texto narra parte de mi malestar y pasividad hacia ella, hacia todos ellos. Nuestros ancianos viven solos, mueren solos, y no llegan a fin de mes. Todos tenemos una deuda con nuestros mayores, aunque vivamos en esta Europa civilizada. No cuidarlos, es olvidarnos a nosotros mismos. Ellos son sólo un reflejo.

Imagino que a veces terrores nocturnos encapotan sus días

Son como tú y como yo, sólo que tienen más años.

Visten túnica oscura, brazos desnudos, pelo blanco,

orgullo desparramado.

Pasan lentos por la linde de la ciudad

Caminan despacio como por una vitrina, con el paso de aquel que no desea mirar pero sabe que le miran.

Dóciles y sumisos , esperan su hora, aguardan a la puerta del intento

mirada al suelo

Ha salido un empleado del supermercado sacando la basura y propaganda.

Él no los mira y aunque lo hiciera, como no tiene nada que decir

no dice nada

Heroicos, rebuscan en ella con sus manitas , mientras se clavan los cristales de la

desgracia estatal

caducada

Huelen a niño y a hogar

olfatean la carne podrida y democracia

Huelen a amor,

a tierra y a semillas

a ligera esperanza

Huelen a cucharacha

que escarba

en lo que se desvanece

Imagino

que a veces terrores nocturnos

encapotan

sus días

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